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Cada Día con Dios


Cada Día con Dios
Vivos para Dios, 10 de mayo A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos. Mateo 10:32, 33. https://ift.tt/6DJtk8s ¿Cómo es esto? ¿Estamos confesando a Cristo cada día en nuestra vida? ¿Lo confesamos mediante nuestra vestimenta, al ataviarnos con adornos sencillos y modestos? ¿Es nuestro arreglo el de un espíritu tranquilo y apacible que es de gran valor a la vista de Dios? ¿Estamos tratando de promover la causa del Maestro? ¿Es definido el límite que existe entre ustedes y el mundo, o están intentando seguir las modas de esta época degenerada? ¿No hay diferencia entre ustedes y los mundanos? ¿Obra en ustedes el mismo espíritu que obra en los hijos de desobediencia? Si somos cristianos, seguiremos a Cristo, aunque la senda por la que tengamos que caminar no concuerde con nuestras inclinaciones naturales. No vale la pena que yo les diga que no deben usar esto o aquello, porque si el amor a estas cosas vanas está en el corazón de ustedes, el abandono de estos adornos será lo mismo que cortarle las hojas a un árbol. Las inclinaciones del corazón natural volverán por sus fueros. Ustedes deben tener su propia conciencia. ¡Oh, si nos acordáramos que Cristo se hizo pobre para que por su pobreza llegáramos a ser ricos! ¿No trataríamos de honrar su nombre y promover su causa? Debemos permanecer en él como los pámpanos permanecen en la vid. Jesús dice: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer... En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos”. Juan 15:5, 8. Si cumpliéramos esta orden de nuestro Señor, la situación de nuestras iglesias sería completamente distinta, y sabríamos qué significa la obra íntima del Espíritu de Dios. Lo que necesitamos es que el hacha esté puesta junto a la raíz del árbol. Queremos morir al mundo, morir al yo y vivir para Dios. Nuestra vida debe estar escondida con Cristo en Dios, de manera que cuando él aparezca nosotros también podamos aparecer con él en gloria. Necesitamos acercarnos a Cristo para que los hombres puedan saber que hemos estado con él y hemos aprendido de él... Mantengan sus ojos puestos en Cristo. Con humildad tratemos de acercarnos a Dios. Mediante las palabras, la conducta y la vida, confesemos a Cristo.—The Review and Herald, 10 de mayo de 1892.
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