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El Cristo Triunfante


El Cristo Triunfante
Cuando fue traicionado, Cristo sintió lo que nosotros sentiríamos, 18 de septiembre “Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega”. Marcos 14:42. https://ift.tt/RKcNV43 Ahora escuchan el acompasado paso de los soldados en el huerto... “Y el que le entrega les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle, y llevadle con seguridad. Y cuando vino, se acercó luego a él, y le dijo: Maestro, Maestro. Y le besó”... “Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?” Y a la soldadesca, les dijo: “¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo y no me prendisteis. Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas”. El registro de Juan indica: “Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas. Pero, Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra... Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Jesús entonces le dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no he de beber?” Ante esta afirmación el terror se apoderó de los discípulos. Habían estado todos juntos, rodeando al Señor, pero ante la propuesta de Pedro, “todos los suyos le abandonaron y huyeron”. La naturaleza humana de Cristo era como la nuestra. Y él padecía el sufrimiento de una forma más profunda, pues su naturaleza espiritual estaba libre de toda mancha de pecado. Su aversión al sufrimiento era proporcional a la severidad de éste. Deseaba liberarse del sufrimiento como cualquier otro ser humano... Cuán intenso era el anhelo de la humanidad de Cristo de escapar al sinsabor de un Dios agraviado: las palabras del Sufriente indican cuánto deseaba liberarse, dijo: “Padre mío, si es posible pase de mí esta copa: pero no sea como yo quiero, sino como tú”... Todo el pecado acumulado del mundo había sido depositado sobre el Portador del pecado; sobre el Único que podía ser propiciación por el pecado, por haber sido obediente. Su vida era una con Dios. En él no había mezcla alguna de corrupción.—Manuscrito 42, 1897.
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