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El Cristo Triunfante


El Cristo Triunfante
Cristo desea que llevemos frutos trabajando para él, 7 de septiembre “Todo pámpano que en mí no lleva fruto lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto”. Juan 15:2. https://ift.tt/y6o3rFz He estado pensando en la lección que Cristo dio a sus discípulos poco antes de entrar en el Huerto de Getsemaní, sabiendo que ésta sería la última oportunidad que tendría de instruirlos antes de su crucifixión. Señalando una vid—a la cual los judíos habían considerado como la más noble de las plantas, una figura de todo lo que es poderoso, excelente y fructífero—, les dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará”. Aquí hay algo que debemos estudiar... Tenemos nuestras oportunidades de llevar fruto; podemos dar testimonio de que somos ramas de la vid cargadas de fruto. Pero, si avanzamos de una forma negligente e indiferente, ¿cuál será nuestra posición? El Señor afirma que nos quitará, pues sin Cristo no podemos hacer nada y si somos como pámpanos muertos, incapaces de extraer la vitalidad y la nutrición de la Vid verdadera, nos transformamos en ramas marchitas. El Señor dice que todo pámpano que lleva fruto, lo limpiará para que lleve más fruto... En el mundo habrá un enemigo contra quien luchar. Allí enfrentaremos a los poderes de las tinieblas. Y hemos de estar en este conflicto mientras perdure el tiempo. Nuestro Salvador estuvo en conflicto con los poderes de las tinieblas y éstos con él, desde que ingresó a este mundo. Es que Satanás estaba en lucha contra él. Y apenas ejerció su facultad de raciocinio, se planteó el conflicto con los poderes de las tinieblas. Su misma llegada como un infante en Belén, habría de establecer una norma en contra del enemigo. Y cuando se fue, ¿qué ocurrió? ¿Quién asumiría la controversia? ¿Quiénes aceptarían el desafío de esta controversia y la conducirían hasta el mismo fin? Lo harían sólo los seguidores de Cristo en forma individual. Esto no implica únicamente a los pastores. Y este es un aspecto en el que se ha cometido un gran error. Pareciera creerse que de día en día, de hora en hora y minuto a minuto, los pastores deben cuidar de ellos. Pero, esto corresponde a cada alma. No sabemos cuál es la labor que Dios tiene para nosotros... Si tenemos un solo talento y lo ponemos a trabajar, y el Señor ve nuestra fidelidad en lo muy poco, entonces nos dará otro talento... Y, de este modo, los talentos habrán de crecer y desarrollarse y cuanto más pongamos en esta inversión, tantos más talentos tendremos que emplear para la gloria de Dios.—Manuscrito 56, 1890.
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