Sabbath School
Monday, September 23 La piedra fue quitada Comentarios Elena G.W para las Lecciones de Escuela Sabática https://ift.tt/mEgisHj Los enemigos de los discípulos no pudieron menos que convencerse de que Jesús había resucitado de entre los muertos. La prueba era demasiado concluyente para dar lugar a dudas. Sin embargo, endurecieron sus corazones y rehusaron arrepentirse de la terrible acción perpetrada al condenar a Jesús a muerte. A los gobernantes judíos se les había dado abundante evidencia de que los apóstoles estaban hablando y obrando bajo la inspiración divina, pero resistieron firmemente el mensaje de verdad. Cristo no había venido en la manera que esperaban, y aunque a veces se habían convencido de que él era el Hijo de Dios, habían ahogado la convicción, y le habían crucificado. En su misericordia Dios les dio todavía evidencia adicional, y ahora se les concedía otra oportunidad para que se volvieran a él. Les envió los discípulos para que les dijeran que ellos habían matado al Príncipe de la vida, y esta terrible acusación constituía ahora otro llamamiento al arrepentimiento. Pero, confiados en su presumida rectitud, los maestros judíos no quisieron admitir que quienes les inculpaban de haber crucificado a Jesús hablasen por inspiración del Espíritu Santo (Los hechos de los apóstoles, p. 50). Algunos [de los creyentes corintios] habían llegado hasta el punto de negar la doctrina de la resurrección. Pablo afrontó esta herejía con un testimonio muy claro en cuanto a la evidencia inconfundible de la resurrección de Cristo. Declaró que Cristo, después de su muerte, “resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”, después de lo cual “apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos juntos; de los cuales muchos viven aún; y otros son muertos. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles. Y el postrero de todos… me apareció a mí”. Con poder convincente el apóstol expuso la gran verdad de la resurrección. “Porque si no hay resurrección de muertos —arguyó—. Cristo tampoco resucitó: y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe… y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana… Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho” (Los hechos de los apóstoles, pp. 257, 258). ¿De qué lado estamos nosotros? El mundo rechazó a Cristo; los cielos lo recibieron. El hombre, el hombre finito, rechazó al Príncipe de la Vida; Dios, nuestro Gobernante soberano, lo recibió en los cielos. Dios lo ha exaltado. El hombre lo coronó con una corona de espinas; Dios lo ha coronado con una corona de real majestad. Todos nosotros debemos pensar sin prejuicio. ¿Queréis que sea este hombre, Cristo Jesús, quien gobierne sobre vosotros, o Barrabás? La muerte de Cristo acarrea al que rechaza su misericordia la ira de los juicios de Dios, sin mezcla de misericordia. Esta es la ira del Cordero. Pero la muerte de Cristo es esperanza y vida eterna para todos los que lo reciben y creen en él (Testimonios para los ministros, p. 139).
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