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El amor fraternal se expresa, 22 de noviembre Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Hechos 4:32. https://ift.tt/mdNsFgh El relato declara: “No había entre ellos ningún necesitado”, y dice cómo se suplía la necesidad. Los creyentes que tenían dinero y posesiones los sacrificaban gozosamente para hacer frente a la emergencia. Al vender sus casas o sus tierras, traían el dinero y lo ponían a los pies de los apóstoles, y “se repartía a cada uno según su necesidad”. Hechos 4:34, 35. Esta generosidad de parte de los creyentes era el resultado del derramamiento del Espíritu. Los conversos al Evangelio eran “de un corazón y un alma”. Un interés común los dominaba, a saber, el éxito de la misión que se les había confiado; y la codicia no tenía cabida en su vida. Su amor por los hermanos y por la causa que habían abrazado superaba su amor al dinero y sus bienes. Sus obras testificaban que consideraban las almas de los hombres más preciosas que las riquezas terrenales. Así será siempre que el Espíritu de Dios tome posesión de la vida. Aquellos cuyos corazones están llenos del amor de Cristo seguirán el ejemplo de Aquel que por amor a nosotros se hizo pobre a fin de que por su pobreza fuésemos enriquecidos. El dinero, el tiempo, la influencia, todos los dones que han recibido de la mano de Dios, los estimarán solamente como un medio de promover la obra del evangelio. Así sucedía en la iglesia primitiva; y cuando en la iglesia de hoy se vea que por el poder del Espíritu los miembros han apartado sus afectos de las cosas del mundo, y que están dispuestos a hacer sacrificios a fin de que sus semejantes puedan oír el evangelio, las verdades proclamadas tendrán una influencia poderosa sobre los oyentes.—Los Hechos de los Apóstoles, 59, 60.
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El amor fraternal se expresa, 22 de noviembre Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Hechos 4:32. https://ift.tt/mdNsFgh El relato declara: “No había entre ellos ningún necesitado”, y dice cómo se suplía la necesidad. Los creyentes que tenían dinero y posesiones los sacrificaban gozosamente para hacer frente a la emergencia. Al vender sus casas o sus tierras, traían el dinero y lo ponían a los pies de los apóstoles, y “se repartía a cada uno según su necesidad”. Hechos 4:34, 35. Esta generosidad de parte de los creyentes era el resultado del derramamiento del Espíritu. Los conversos al Evangelio eran “de un corazón y un alma”. Un interés común los dominaba, a saber, el éxito de la misión que se les había confiado; y la codicia no tenía cabida en su vida. Su amor por los hermanos y por la causa que habían abrazado superaba su amor al dinero y sus bienes. Sus obras testificaban que consideraban las almas de los hombres más preciosas que las riquezas terrenales. Así será siempre que el Espíritu de Dios tome posesión de la vida. Aquellos cuyos corazones están llenos del amor de Cristo seguirán el ejemplo de Aquel que por amor a nosotros se hizo pobre a fin de que por su pobreza fuésemos enriquecidos. El dinero, el tiempo, la influencia, todos los dones que han recibido de la mano de Dios, los estimarán solamente como un medio de promover la obra del evangelio. Así sucedía en la iglesia primitiva; y cuando en la iglesia de hoy se vea que por el poder del Espíritu los miembros han apartado sus afectos de las cosas del mundo, y que están dispuestos a hacer sacrificios a fin de que sus semejantes puedan oír el evangelio, las verdades proclamadas tendrán una influencia poderosa sobre los oyentes.—Los Hechos de los Apóstoles, 59, 60.
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