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Reflejemos a Jesús


Cristo inspira confianza en Dios, 7 de enero Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. 1 Juan 5:4. https://ift.tt/WMsCIuX ¿Qué clase de fe vence al mundo? Es la fe que hace de Cristo su Salvador personal, esa fe que, reconociendo su impotencia, su total incapacidad para salvarse a sí mismo, se aferra del Auxiliador que es poderoso para salvar como su única esperanza. Es una fe que no se desanima, que escucha la voz de Cristo que le dice: “Ten ánimo, yo he vencido al mundo, y mi divina fuerza es tuya”. Es la fe que le oye decir: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”Mateo 28:20. La razón por la que las iglesias están débiles, enfermizas y a punto de morir es que el enemigo ha cubierto a las almas trémulas con influencias desanimadoras. Ha buscado esconder a Jesús de su vista para que no lo vean como su Consolador, el que los reprende y los amonesta diciendo: “Este es el camino; andad por él”. Cristo tiene todo el poder en los cielos y en la tierra, y puede fortalecer a los vacilantes y corregir a los errados. El puede inspirar confianza, esperanza en Dios; y la confianza en Dios siempre produce confianza mutua. Cada alma debe darse cuenta de que Cristo es su Salvador personal; y en su vida cristiana se manifestarán el amor, el celo y la perseverancia. Por clara y convincente que sea la verdad, no santificará el alma, no la fortalecerá ni la robustecerá en sus conflictos a menos que sea puesta en constante contacto con la vida. Satanás ha logrado sus mayores éxitos al interponerse entre el alma y el Salvador. Cristo nunca debiera estar alejado de nuestra mente. Los ángeles dijeron de El: “Llamarás su nombre JESUS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”Mateo 1:21. ¡Qué precioso Salvador es Jesús! Seguridad, auxilio, confianza y paz hay en El. Es el disipador de todas nuestras dudas, la prenda de todas nuestras esperanzas. Cuán precioso es el pensamiento de que realmente podemos llegar a ser participantes de la naturaleza divina, con la que podemos vencer así como Jesús venció. Jesús es la plenitud de nuestras expectativas. Es la melodía de nuestros himnos, la sombra de una gran roca en el desierto. Es el agua viva para el alma sedienta. Es nuestro refugio en la tempestad. Es nuestra justicia, nuestra santificación, nuestra redención. Cuando Cristo es nuestro Salvador personal, anunciaremos las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable... Cristo murió porque la ley había sido transgredida, para que el hombre culpable pudiera ser liberado de la penalidad de su enorme culpa. Pero la historia ha demostrado que es más fácil destruir al mundo que reformarlo; pues los hombres crucificaron al Señor de la gloria, que había venido para unir el cielo con la tierra, al hombre con Dios.—The Review and Herald, 26 de agosto de 1890.

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