Miren hacia el cielo, 1 de enero
Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se
avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad. Hebreos 11:16. {ATO 13.1}
Les deseo un feliz año nuevo. El año viejo con su carga de registros, ya
pasó a la eternidad. Que cada pensamiento, cada sentimiento, se dedique ahora a
recordar el amor de Dios. Rememoremos una a una sus bendiciones... {ATO 13.2}
Las evidencias que tenemos del cuidado y del amor de Dios por nosotros
se expresan en las lecciones que Cristo dio a sus discípulos acerca de las
cosas de la naturaleza... No debe concentrarse la atención sobre lo deforme,
sobre la maldición, sino en las riquezas de la gracia de Cristo que han sido
provistas tan abundantemente, de tal manera que podamos vivir en este mundo y
realizar nuestra parte en favor de la humanidad y sin embargo, no ser del
mundo. Como peregrinos, como extranjeros que anhelamos las cosas brillantes de
Dios, el gozo que está por delante, que buscamos una ciudad cuyo artífice y
hacedor es Dios, que contemplamos las provisiones hechas en nuestro favor, las
mansiones que Jesús ha ido a preparar para nosotros, y que hablamos de ese
bendito hogar, nos olvidamos de las molestias y de los incómodos cuidados de
esta vida. Nos parece estar respirando la misma atmósfera de ese país mejor,
celestial. Nos sentimos aliviados, consolados; pero aun más, nos sentimos
gozosos en Dios.{ATO
13.3}
No podríamos conocer los propósitos llenos de gracia de Dios hacia
nosotros si no fuera por las promesas, porque solamente a través de ellas
podemos saber qué es lo que El ha preparado para aquellos que le aman. Como las
flores en el sabio plan de Dios, que están constantemente extrayendo las
propiedades de la tierra y del aire para desarrollarlas en los puros y hermosos
capullos que exhalan su fragancia para deleitar nuestros sentidos, así debiera
ser también con nosotros. {ATO 13.4}
Extraemos de las promesas de Dios toda esa paz, ese consuelo, esa
esperanza que desarrollará en nosotros los frutos de la paz, del gozo y de la
fe. Y al incorporar estas promesas en nuestra propia vida las introducimos
también en las vidas de otros. Por lo tanto, apropiémonos de estas promesas...
Ellas son como las preciosas flores del jardín de Dios. Deben despertar nuestra
esperanza y expectativa, y conducirnos a una firme fe y confianza en Dios.
Deben fortalecernos en la tribulación y enseñamos las preciosas lecciones de la
confianza en Dios. En estas preciosas promesas El retrocede a la eternidad y de
allí nos da un resplandor de ese mucho más abundante y eterno peso de gloria.
Estemos, entonces, quedos en Dios. Confiemos calmadamente en El y alabémosle
porque nos ha mostrado tales revelaciones de su voluntad y propósitos para que
no fundamentemos nuestras esperanzas en esta vida sino que mantengamos la
mirada hacia arriba, a la herencia de luz, a fin de ver y percibir el asombroso
amor de Jesús.—Carta 27, del 1 de enero de 1886, dirigida al Dr. J. H.
Kellogg y Sra.* {ATO 13.5}
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