“En los lugares celestiales”—Nuestro exaltado privilegio, 1 de enero
Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos
amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con
Cristo ... y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los
lugares celestiales con Cristo Jesús. Efesios 2:4-6. {ELC 9.1}
Así como Dios levantó a Cristo de los muertos, para que pudiera sacar a
luz la vida y la inmortalidad por el Evangelio, y salvara así a su pueblo de
sus pecados, así Cristo ha levantado a los seres humanos caídos a la vida espiritual,
reanimándolos con su vida, llenando sus corazones de esperanza y gozo.—The Review and Herald, 31 de marzo de
1904. {ELC
9.2}
Cristo se dio a sí mismo para la redención de la raza humana, para que
todos los que creen en él puedan tener vida eterna. Los que aprecian este gran
sacrificio reciben del Salvador el más precioso de todos los dones: un corazón
limpio. Ganan una experiencia que es más valiosa que el oro, la plata o las
piedras preciosas. Se sientan juntos en los lugares celestiales con Cristo
disfrutando en comunión con él el gozo y la paz que sólo él puede dar.—The Review and Herald, 30 de mayo de
1907. {ELC
9.3}
Cristo “se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad
y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. Tito 2:14. El hizo una ofrenda tan completa que,
mediante su gracia, cada uno puede alcanzar la norma de perfección. De los que reciban
su gracia y sigan su ejemplo se escribirá en el libro de la vida: “Completo en
él [en Cristo] sin mancha ni mácula”.—Ibid; The Review and Herald, 31 de marzo de
1904.{ELC
9.4}
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo
con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo”.Efesios 1:3. ¿Qué queda para que
pidamos que no esté incluido en esa provisión misericordiosa y abundante? Por
los méritos de Cristo somos bendecidos con todas las bendiciones espirituales
en los lugares celestiales en Cristo. Es nuestro privilegio el de acercarnos a
Dios, el de respirar la atmósfera de su presencia... Nada menos que la
presencia permanente de Cristo proporcionará paz, libertad, valor y poder.—The Review and Herald, 15 de octubre de
1908. {ELC
9.5}
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