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Una cadena de fervorosos creyentes en oración


Una cadena de fervorosos creyentes en oración, 27 de marzo

Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros. 2 Tesalonicenses 3:1. ELC 95.1
Entre el pueblo de Dios debería haber, en este tiempo, frecuentes períodos de oración sincera y ferviente. La mente debería estar continuamente en actitud de oración. En la casa y en la iglesia, ofrézcanse fervientes oraciones en favor de los que se han dado a sí mismos a la predicación de la Palabra. Oren los creyentes como lo hacían los discípulos después de la ascensión de Cristo... ELC 95.2
Una cadena de fervorosos creyentes en oración debería circundar el mundo. Oren todos en humildad. Un grupo de vecinos puede reunirse para orar por el Espíritu Santo. Los que no pueden dejar su hogar reúnan a sus hijos para aprender a orar juntos. Pueden reclamar la promesa del Salvador: “Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Mateo 18:20.—The Review and Herald, 3 de enero de 1907. ELC 95.3
Nada es más necesario en la obra que los resultados prácticos de la comunión con Dios. Deberíamos celebrar convocaciones para la oración, pidiendo al Señor que abra el camino para que la verdad entre en las plazas fuertes donde Satanás ha instalado su trono, y disipe la sombra que ha echado sobre el camino de aquellos que está tratando de engañar y destruir. Tenemos la seguridad: “La oración eficaz del justo puede mucho”. Santiago 5:16.—The Review and Herald, 30 de abril de 1908. ELC 95.4
En el Padrenuestro tenemos un ejemplo perfecto de petición. ¡Cuán sencilla, y sin embargo, cuán abarcante es! Esta oración debería ser enseñada a los niños. Estudien todos cuidadosamente los principios contenidos en ella. En respuesta a las oraciones del pueblo de Dios se envían ángeles con bendiciones celestiales... Mediante la oración y consagración diarias todos pueden relacionarse de tal manera con su Padre celestial que él extenderá sobre ellos ricas bendiciones.—The Review and Herald, 3 de enero de 1907. ELC 95.5

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