
Dios advirtió a Satanás, 22 de enero https://ift.tt/3fMn5Un “Y pondré enemistad entre ti y la mujer”. Génesis 3:15. Hay una contienda entre las fuerzas del bien y las del mal, entre los ángeles leales y los infieles. Cristo y Satanás no concuerdan y jamás podrán hacerlo. En cada época la verdadera iglesia de Dios ha librado una lucha contra las agencias del mal. Y esta pugna, entre los ángeles malignos y las personas malvadas, por un lado, contra los ángeles del cielo y los verdaderos creyentes, por el otro; ha de continuar hasta el fin del conflicto. Esta violenta batalla incrementará su fiereza a medida que se acerque el fin. A los que se han unido a los agentes satánicos, el Señor los ha designado como hijos de las tinieblas. No existe, ni podrá existir, enemistad natural entre los ángeles caídos y los seres humanos caídos. Ambos son malvados. Por causa de la apostasía ambos abrigan malos sentimientos. Los ángeles malvados y los impíos se han asociado en una confederación desesperada en contra del bien. Satanás sabía que si podía inducir a la raza humana a unirse con él y su rebelión, como lo había hecho con los ángeles, conformaría una poderosa fuerza con la cual podría llevar adelante su rebelión. En medio de las huestes del mal reina la irritación y las rencillas, sin embargo, todos están firmemente aliados en la lucha contra el cielo. El objetivo común es menospreciar a Dios, y su gran número los induce a abrigar la esperanza de que serán capaces de destronar al Dios Omnipotente. Cuando Adán y Eva fueron puestos en el jardín del Edén, eran inocentes y puros y estaban en perfecta armonía con el Creador. En la naturaleza de sus corazones no había la menor sombra de enemistad. Pero cuando cayeron en transgresión perdieron su pureza. Llegaron a ser malvados porque se colocaron del lado del enemigo caído e hicieron lo que Dios específicamente les ordenó que no hicieran. Y si Dios no hubiera intervenido la raza humana caída habría establecido una firme alianza con Satanás en abierta enemistad con el cielo. Pero cuando el Señor dijo: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”, Satanás supo que aunque había tenido éxito al hacer pecar a los seres humanos, aunque los había conducido a creer en su mentira y cuestionar a Dios, aunque había logrado depravar la naturaleza humana, algún arreglo se había hecho por el cual los seres que habían caído alcanzarían una posición ventajosa y su naturaleza recuperaría la piedad. Comprendió que sus propias acciones al tentarlos se volverían contra él y que sería colocado en una posición desde la cual jamás llegaría a ser un vencedor. Al decir, “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya”, Dios se comprometió a implantar en los seres humanos un nuevo principio, el odio por el pecado, el engaño, la vanidad y por todo aquello que lleve el sello de las estratagemas de Satanás.—Manuscrito 72, 1904.
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