Comentarios Elena G.W https://ift.tt/jcSqHbE Cuando llegó [la] orden del rey, Vasti no la obedeció porque sabía que se había bebido mucho vino, y que Asuero estaba bajo su influencia embriagadora. Por el bien de su esposo, así como por el de ella misma, decidió no retirarse de su puesto a la cabeza de las damas de la corte. Hay poca duda de que el rey, una vez que hubo considerado el asunto, comprendió que Vasti merecía recibir honores y no el trato que se le había dado… Mediante el episodio que llevó a Ester al trono medo-persa, Dios obraba para llevar adelante sus propósitos para su pueblo. Lo que se hizo bajo la influencia de mucho vino, resultó para el bien de Israel (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 3, pp. 1157, 1158). Mediante la reina Ester, el Señor efectuó una poderosa liberación de su pueblo. Cuando parecía que no había poder humano que pudiera salvarlos, Ester y las mujeres asociadas con ella oraron, ayunaron y actuaron prestamente, y lograron la salvación de su pueblo… Un estudio de la obra de las mujeres con relación a la causa de Dios en tiempos del Antiguo Testamento, nos enseñará lecciones que nos capacitarán para enfrentar las emergencias en nuestros días. Quizá no confrontemos una situación tan crítica ni seamos colocadas en un lugar tan prominente como le ocurrió al pueblo de Dios en los días de Ester. Sin embargo, muchas mujeres convertidas pueden realizar cosas importantes desde posiciones más humildes (Hijas de Dios, p. 45). Los que se mantienen en una actitud de oración podrán hablar en sazón las personas que han sido conducidas a su círculo de influencia; porque Dios les dará sabiduría mediante la cual podrán servir al Señor Jesús. “Cuando la sabiduría entrare en tu corazón y la ciencia fuere grata a tu alma, la discreción te guardará; te preservará la inteligencia”. Proverbios 2:10, 11. Abriréis vuestros labios con juicio y vuestra lengua será la ley de benevolencia (Testimonios para la iglesia, t. 6, p. 76). Caifás, alzando la diestra hacia el cielo, se dirigió a Jesús con un juramento solemne: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, Hijo de Dios”. Cristo no podía callar ante esta demanda. Había tiempo en que debía callar, y tiempo en que debía hablar. No habló hasta que se le interrogó directamente. Sabía que el contestar ahora aseguraría su muerte. Pero la demanda provenía de la más alta autoridad reconocida en la nación, y en el nombre del Altísimo. Cristo no podía menos que demostrar el debido respeto a la ley. Más que esto, su propia relación con el Padre había sido puesta en tela de juicio. Debía presentar claramente su carácter y su misión (El Deseado de todas las gentes, pp. 653, 654).
"Porque la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar." Habacuc 2:14 "Entonces el dragón...se fue a hacer guerra contra...los que guardan los mandamientos de Dios y tienen...el espíritu de la profecía." Apoc. 12:17; 19:10
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