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El Cristo Triunfante


Cristo rehusó argumentar con Satanás, 2 de julio “Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee”. Lucas 11:21. https://ift.tt/MCvLNFH [Satanás] ridiculizó la idea de que Cristo, la Majestad del cielo, fuera abandonado en el desierto para padecer hambre. ¿Así trataba Dios a su Hijo? ¿Habría de dejarlo en el desierto con los animales salvajes, sin comida, sin compañeros, sin comodidades? Insinuó así que Dios nunca quiso que su Hijo se encontrase en semejante condición... Las palabras del cielo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo contentamiento”, aún sonaban en los oídos de Satanás. Pero estaba decidido a lograr que Cristo dudara de este testimonio. Esas palabras de Dios acreditaban su misión divina... Y el propósito de Satanás era hacerle dudar de estas palabras. Satanás sabía que la victoria en todo el conflicto sería suya, si lograba sacudir la confianza de Cristo en Dios. Así podría vencer a Jesús. Tenía la esperanza de que bajo la presión del abatimiento y el hambre extrema, Cristo perdiera la fe en su Padre e hiciese un milagro en beneficio propio. De haber hecho esto, todo el plan de la salvación se habría desbaratado. Y Cristo, el Hijo de Dios, le dijo:” Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Se le había advertido que no debía entrar en argumentaciones con Satanás. Y. aunque lo reconoció desde el principio, no entró en controversia con él. Fortalecido por el recuerdo de las palabras del cielo, descansó en el amor de su Padre. No habría de parlamentar con la tentación. Satanás tentó al primer Adán en el Edén, y Adán discutió con el enemigo dándole así una ventaja. Satanás ejerció su poder hipnótico sobre Adán y Eva, y se esforzó por ejercer ese poder sobre Cristo. Pero después que fueron citadas las palabras de las Escrituras, Satanás supo que ya no tendría la oportunidad de triunfar. Satanás se acercó a Cristo esperanzado en lograr la victoria. Creyó que tenía todas las ventajas sobre él. Pero fue derrotado por la mansedumbre y humildad del Salvador y por su completa confianza en la Palabra de Dios. Manso, humilde y aparentemente indefenso, Cristo era mucho más poderoso que el hombre fuerte armado. ¡Oh, cuánto se afanó Satanás para hacerle pecar contra Dios! Pero todos sus esfuerzos por lograr que Cristo abandonara su lealtad a Dios, fracasaron. Nuestro Salvador podía recibir la revelación celestial sin enaltecerse... El enemigo es sutil y muy osado, pero no es invencible. Es como un hombre fuerte y armado, pero si nos mantenemos cerca del Capitán de nuestra salvación, y usamos las armas que él nos proporciona, saldremos victoriosos.—Carta 159, 1903.

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