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Reflejemos a Jesús


Reflejemos a Jesús
Los pensamientos deben centrarse en Dios, 24 de octubre Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado. 1 Pedro 1:13. https://ift.tt/n1HsUyT Se avecina una tormenta de furia incontenible. ¿Estamos preparados para afrontarla? No necesitamos decir: Los peligros de los últimos días pronto han de venir sobre nosotros. Ya han llegado. Necesitamos ahora la espada del Señor para penetrar en toda alma hasta los tuétanos de los apetitos carnales y sus pasiones. Las mentes acostumbradas a divagar necesitan cambiar. “Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”. 1 Pedro 1:13-16. Los pensamientos deben centrarse en Dios. Ahora es el tiempo de hacer esfuerzos fervientes para vencer las tentaciones naturales del corazón carnal. Nuestros esfuerzos, nuestra abnegación, nuestra perseverancia deben ser proporcionales al infinito valor del objeto que persiguen. Sólo al vencer como Jesús venció obtendremos la corona de la vida. El mayor peligro del hombre es el de engañarse a sí mismo, el de gratificar la suficiencia propia, y así separarse de Dios, la fuente de su fortaleza. Nuestras tendencias naturales, a menos que sean corregidas por el Espíritu Santo de Dios, tienen en sí mismas la simiente de la muerte moral... Para recibir la ayuda de Cristo debemos darnos cuenta de nuestra necesidad. Debemos tener un verdadero conocimiento de nosotros mismos. Cristo sólo puede salvar al que se sabe pecador. Sólo cuando vemos nuestra total impotencia y renunciamos a toda confianza propia aceptaremos el poder divino. Esta renuncia no debe hacerse sólo al comienzo de la vida cristiana. En cada paso que demos hacia el cielo ha de ser renovada. Todas nuestras buenas obras dependen de un poder exterior a nosotros mismos; por tanto, el corazón debe extenderse continuamente a Dios en una confesión de pecado constante y ferviente, y en humillación del alma ante El. Los peligros nos rodean; y sólo estaremos seguros cuando sintamos nuestra debilidad y nos aferremos por fe a nuestro poderoso Libertador... “Toda palabra de Dios es limpia; él es escudo a los que en él esperan”. Proverbios 30:5.—Testimonies for the Church 8:315, 316.
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