Sabbath School
Sunday, November 03 Humildad: Juan el Bautista vuelve a dar testimonio Comentarios Elena G.W https://ift.tt/afbROUe Cuando, después que comenzara el ministerio de Cristo, los discípulos de Juan fueron a él con la queja de que todos seguían al nuevo Maestro, Juan demostró cuán claramente comprendía su relación con el Mesías, y cuán gustosamente daba la bienvenida a Aquel cuyo camino había preparado… “Vosotros mismos me sois testigos que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está en pie y lo oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo es cumplido. A él conviene crecer, mas a mí menguar”. Juan 3:27-30. Mirando con fe al Redentor, Juan se había elevado a la altura de la abnegación. Él no trataba de atraer a los hombres a sí mismo, sino de elevar sus pensamientos siempre más alto, hasta que reposasen en el Cordero de Dios. Él no había sido más que una voz, un clamor en el desierto. Ahora aceptaba con gozo el silencio y la oscuridad, a fin de que los ojos de todos pudiesen dirigirse hacia la Luz de la vida (Obreros evangélicos, pp. 57, 58). El profeta [Juan el Bautista] señala al Salvador como el Sol de Justicia que se eleva con esplendor y pronto eclipsará su propia luz, para luego palidecer y oscurecerse en la gloria de una luz mayor. Juan, por su alegría desinteresada en el ministerio exitoso de Jesús, presenta al mundo el tipo más verdadero de nobleza jamás exhibido por un hombre mortal. Lleva consigo una lección de sumisión y abnegación para aquellos a quienes Dios ha colocado en puestos de responsabilidad. Les enseña a no apropiarse nunca de honores indebidos, ni dejar que el espíritu de rivalidad deshonre la causa de Dios… Las noticias que habían sido llevadas a Juan acerca del éxito de Jesús fueron llevadas también a Jerusalén, y allí crearon contra él celos, envidia y odio. Jesús conocía los corazones endurecidos y las mentes ensombrecidas de los fariseos, y que no escatimarían esfuerzos para crear una división entre sus propios discípulos y los de Juan que perjudicaría grandemente la obra, por lo que calladamente dejó de bautizar y se retiró a Galilea. Sabía que se avecinaba la tormenta que pronto barrería al profeta más noble que Dios había dado al mundo. Quiso evitar toda división de sentimientos en la gran obra que tenía ante sí y, por el momento, se retiró de aquella región con el propósito de calmar toda conmoción perjudicial para la causa de Dios (The Spirit of Prophecy, t. 2, pp. 138, 139). Cuando, en lugar de confiar en la comprensión humana, o conformarnos a las máximas del mundo, nos sentemos a los pies de Jesús, bebiendo ansiosamente sus palabras, aprendiendo de él, y diciendo: “Señor, ¿qué quieres que haga?”, nuestra independencia natural, nuestra confianza propia, nuestra obcecada fuerza de voluntad, serán cambiadas por un espíritu infantil, sumiso y educable… Nuestros afectos se centrarán en Jesús, nuestros pensamientos serán poderosamente arrastrados hacia el cielo. Cristo crecerá, yo decreceré… Cultivaremos las virtudes que moran en Jesús, para que podamos reflejar ante los demás una representación de su carácter (Nuestra elevada vocación, p. 101).
¡Visita Sabbath School!
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