
Sabbath School
Thursday, November 07 El testimonio de la multitud Comentarios Elena G.W https://ift.tt/CF2iblJ Una vez establecidos en Canaán, los israelitas se acostumbraron a celebrar con demostraciones de gran regocijo el flujo del agua de la roca en el desierto. En la época de Cristo esta celebración se había convertido en una ceremonia muy impresionante. Se realizaba en ocasión de la fiesta de las cabañas, cuando el pueblo de todo el país se congregaba en Jerusalén. Durante los siete días de la fiesta los sacerdotes salían cada día acompañados de música y del coro de los levitas, a sacar en un recipiente de oro agua de la fuente de Siloé. Iban seguidos por grandes multitudes de adoradores, de los cuales tantos como podían acercarse al agua bebían de ella, mientras se elevaban los acordes llenos de júbilo: “Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salud”. Isaías 12:3… El Salvador utilizó este servicio simbólico para dirigir la atención del pueblo a las bendiciones que él había venido a traerles… se oyó su voz en tono que resonó por todos los ámbitos del templo, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre”. “Y esto —dice Juan— dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él”. Juan 7:37-39. El agua refrescante… es un emblema de la gracia divina que solo Cristo puede conceder, y que, como agua viva, purifica, refrigera y fortalece el alma (Historia de los patriarcas y profetas, p. 437). Aquel en quien mora Cristo tiene dentro de sí una fuente eterna de gracia y fortaleza. Jesús alegra la vida y alumbra el sendero de todos aquellos que le buscan de todo corazón. Su amor, recibido en el corazón, se manifestará en buenas obras para la vida eterna. Y no solo bendice al alma de la cual brota, sino que la corriente viva fluirá en palabras y acciones justas, para refrescar a los sedientos que la rodean (Historia de los patriarcas y profetas, pp. 437, 438). ¿Habéis agotado la fuente? —No; porque es inagotable. No bien sintáis vuestra necesidad, podéis beber, y beber otra vez; la fuente siempre está llena. Y cuando hayáis bebido una vez de esa fuente, no andaréis procurando apagar vuestra sed en las cisternas rotas de este mundo; no andaréis averiguando cómo podéis encontrar más placer, diversión y entretenimientos. No; porque habréis estado bebiendo de las corrientes que alegran la ciudad de Dios. Entonces vuestro gozo será pleno (Nuestra elevada vocación, p. 67).
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