Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del
hombre que camina es ordenar sus pasos. Jeremías 10:23. {NEV 13.1}
El camino que cruza el Cañón del Caballero, que siempre es peligroso
para el viajero inexperimentado, a menudo es intransitable en la estación
lluviosa.* Estuvimos muy
agradecidas de tener un guía para esa parte de nuestro viaje. Yo no me atrevía
a mirar ni a la derecha ni a la izquierda para contemplar el panorama, sino
que, sosteniendo firmemente las riendas y conduciendo mi caballo por el
estrecho sendero, seguía a nuestro guía. Cualquier descuido aquí habría sido
fatal. Si nuestros caballos se hubieran salido del camino recto, nos hubiéramos
precipitado por un empinado precipicio, hacia la cañada que se veía allá abajo. {NEV 13.2}
Mientras cabalgábamos en silencio y casi sin aliento, no pude dejar de
pensar con cuánta precisión esa cabalgata ilustraba la experiencia del
cristiano. Estamos realizando el viaje de la vida entre los peligros de los
últimos días. Necesitamos vigilar cuidadosamente cada paso que damos, y estar
seguros de que estamos siguiendo a nuestro gran Guía. El escepticismo, la
infidelidad, la disipación y el crimen, se ven por todas partes. Sería muy
fácil soltar las riendas del autocontrol, y caer por el precipicio de la segura
destrucción. ... El amor infinito ha trazado un camino por el cual los
rescatados del Señor pueden pasar de la tierra al cielo. Ese camino es el Hijo
de Dios. Angeles guías son enviados para dirigir nuestros pies vacilantes. La
gloriosa escalera del. cielo desciende al camino de cada uno, interrumpiendo su
tránsito hacia el vicio y la locura. Debe pisotear al Salvador crucificado
quien quiera pasar hacia una vida de pecado. Nuestro Padre celestial nos está
llamando: “Venid más arriba”. Los humildes y confiados son conducidos y
protegidos en el camino de la paz. Pero él, que es infinito en sabiduría, a
nadie obliga a aceptar el don más precioso del cielo, a nadie obliga a caminar
por el sendero que ha sido trazado a un costo tan elevado. A cada uno se le
permite elegir por sí mismo, los peldaños estrechos y brillantes que guían
hacia el cielo, o bien el camino amplio y fácil que termina en la muerte.—The Signs of the Times, 26 de enero de
1882, pp. 44. {NEV
13.3}
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