Un talento, usado fielmente, ganará otros
talentos, 22 de marzo
Porque el reino de los cielos
es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus
bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno
conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Mateo 25:14, 15. SSJ 88.1
Que la obra que necesita ser
hecha no espere por la ordenación de ministros. Si no hay ministros para
emprender la obra, que hombres y mujeres inteligentes, sin pensar en cómo
pueden acumular la mayor parte de bienes, se establezcan en esas ciudades y
pueblos, y eleven el estandarte de la cruz usando el conocimiento que han
obtenido en ganar almas para la verdad. SSJ 88.2
El conocimiento de la verdad es
demasiado precioso para ser amontonado, y atado y escondido en la tierra. Aun
el único talento que nos confió el Maestro debe ser empleado fielmente también
para ganar otros talentos. ¿Dónde están los hombres y las mujeres que han sido
refrescados con los ricos manantiales de bendiciones que descienden del trono
de Dios? Que se pregunten qué es lo que han hecho para comunicar esta luz a los
que no han tenido las mismas ventajas. ¿Cómo estarán en el juicio, cuando se
escudriñe cada motivo, quienes han sido negligentes en usar sus talentos? El
Maestro celestial ha encomendado talentos a cada uno de sus siervos. “A uno dio
cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad”. SSJ 88.3
Dios no ha dado talentos tan
sólo a unos pocos, sino que a cada uno le ha encomendado algún don particular
para que lo use en su servicio. Muchos a quienes el Señor le ha dado talentos
preciosos han rechazado emplearlos para el adelanto del reino de Dios; no
obstante, están bajo la obligación a Dios por su uso de los dones. Cada uno, ya
sea que sirva a Dios o se complazca a sí mismo, es un poseedor de algún
depósito, cuyo uso apropiado traerá gloria a Dios y cuyo uso pervertido robará
al Dador. El que los poseedores de talentos no reconozcan las demandas de Dios
sobre ellos, no los hace menos culpables. Si durante su vida eligen permanecer
bajo la bandera negra del príncipe de las tinieblas, Cristo no los confesará en
el día del ajuste final de cuentas.—The Signs of the
Times, 23 de enero de 1893. SSJ 88.4
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