
"Cristo está pronto para libertarnos del pecado, pero no fuerza la voluntad; y si por la persistente transgresión la voluntad misma se inclina enteramente al mal, y no deseamos ser libres, si no queremos aceptar la gracia, ¿qué más puede hacer? Hemos obrado nuestra propia destrucción por nuestro deliberado rechazamiento de su amor.—El Camino a Cristo, 36. ELC 348.5
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