El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Mateo 6:11. {SSJ 10.1}
Como hijos, recibiremos día tras día lo que necesitamos para el
presente. Diariamente debemos pedir: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”.
No nos desalentemos si no tenemos bastante para mañana. Su promesa es segura:
“Habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad”. Dice David: “Joven
fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que
mendigue pan”. Salmos
37:3, 25... {SSJ
10.2}
El que alivió los cuidados y las ansiedades de su madre viuda y la ayudó
a sostener la familia de Nazaret, simpatiza con toda madre en su lucha por
proveer alimento a sus hijos. Quien se compadeció de las multitudes porque
“estaban desamparadas y dispersas” (Mateo 9:36), sigue teniendo
compasión de los pobres que sufren. Les extiende la mano para bendecirlos, y en
la misma plegaria que dio a sus discípulos nos enseña a acordarnos de los
pobres... {SSJ
10.3}
La oración por el pan cotidiano incluye no solamente el alimento para
sostener el cuerpo, sino también el pan espiritual que nutrirá el alma para
vida eterna. Jesús nos propone: “Trabajad no por la comida que perece, sino por
la comida que a vida eterna permanece” Juan 6:27. Nos dice Jesús: “Yo soy el pan vivo
que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre”. Juan 6:51. Nuestro Salvador es el pan de vida;
cuando miramos su amor y lo recibimos en el alma, comemos el pan que desciende
del cielo. {SSJ
10.4}
Recibimos a Cristo por su Palabra, y se nos da el Espíritu Santo para
abrir la Palabra de Dios a nuestro entendimiento y hacer penetrar sus verdades
en nuestro corazón. Hemos de orar día tras día para que, mientras leemos su
Palabra, Dios nos envíe su Espíritu con el fin de revelarnos la verdad que
fortalecerá nuestra alma para las necesidades del día. {SSJ 10.5}
Al enseñarnos a pedir cada día lo que necesitamos, tanto las bendiciones
temporales como las espirituales, Dios desea alcanzar un propósito para
beneficio nuestro. Quiere que sintamos cuánto dependemos de su cuidado
constante, porque procura atraernos a una comunión íntima con él. En esta
comunión con Cristo, mediante la oración y el estudio de las verdades grandes y
preciosas de su Palabra, seremos alimentados como almas con hambre; como almas
sedientas seremos refrescados en la fuente de la vida.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 95,
96. {SSJ
10.6}
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