Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así
como él es puro. 1 Juan 3:3. Cristo elevará y refinará la mente
del hombre, purificándola de toda escoria, a fin de que pueda apreciar el amor
incomparable.—General Conference Bulletin, 99, 100 (1899). {HHD 12.1}
Por medio del arrepentimiento, la fe y las buenas obras, él puede
perfeccionar un carácter justo, y postular, por los méritos de Cristo, los
privilegios de los hijos de Dios. Los principios de la verdad divina, recibidos
y atesorados en el corazón, nos elevarán a alturas de excelencia moral que no
nos hubiera sido posible pensar que alcanzaríamos... “Y todo aquel que tiene
esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”.—Testimonies for the Church 4:294. {HHD 12.2}
La santidad de corazón y la pureza de vida eran los grandes temas de las
enseñanzas de Cristo. En su sermón del monte, después de especificar lo que se
debe hacer a fin de ser benditos, y lo que no se debe hacer, dice: “Sed, pues,
vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”. La
perfección, la santidad, nada menos que eso, les otorgará el éxito en la
aplicación de los principios que les ha dado. Sin la santidad, el corazón
humano es egoísta, pecaminoso y vicioso. La santidad hará que su poseedor sea
fructífero y que abunde en buenas obras. Nunca se cansará del bien hacer, ni
tratará de escalar posiciones en este mundo sino que tratará de ser elevado por
la Majestad del cielo cuando exalte a sus santificados en su trono... La
santidad de corazón producirá actos rectos.—The Review and Herald, 7 de
septiembre de 1896. {HHD 12.3}
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