El hombre modelo, 7 de febrero
Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a
vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis
enriquecidos. 2 Corintios 8:9. {AFC 45.4}
Este mundo ha sido visitado por la Majestad del Cielo, el Hijo de
Dios... Cristo vino a este mundo como la expresión del mismo corazón, mente,
naturaleza y carácter de Dios. Él era el resplandor de la gloria del Padre para
expresar la imagen de su persona. Mas él dejó a un lado su túnica y su corona
reales y descendió de su exaltada posición para tomar el lugar de un siervo. Él
era rico; pero se hizo pobre por amor a nosotros, para que pudiéramos tener
riquezas eternas. Él hizo el mundo, mas se vació a sí mismo en forma tan
completa que durante su ministerio declaró: “Las zorras tienen guaridas, y las
aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su
cabeza”... {AFC
45.5}
Anduvo de casa en casa curando enfermos, alimentando hambrientos,
animando a los que se quejaban, alentando a los afligidos y dirigiendo palabras
de paz a los angustiados. {AFC 46.1}
El Señor tomó a los pequeñuelos en sus brazos y los bendijo, y tuvo
palabras de esperanza y aliento para las madres cansadas. Con un cariño y una
gentileza constantes enfrentó toda forma de miseria y de aflicción humanas.
Trabajó, no para sí mismo, sino para los demás. Estuvo dispuesto a humillarse y
negarse a sí mismo. No buscó distinción. Fue el siervo de todos. Su objetivo
máximo era ser alivio y consuelo para los demás, alegrar a los tristes y a los
cargados con quienes tenía contacto diariamente... {AFC 46.2}
Cristo está ante nosotros como el Hombre modelo, el gran Médico
Misionero: un ejemplo para todos los que quieran seguirlo. Su amor puro y santo
bendecía a todos los que entraban en la esfera de su influencia. Su carácter
fue absolutamente perfecto, libre de la más mínima sombra de pecado. Él vino
como la expresión del perfecto amor de Dios, no para aplastar, no para juzgar y
condenar, sino para sanar todo carácter débil y defectuoso, para salvar a los
hombres y las mujeres del poder de Satanás.—El ministerio médico, 23, 24. {AFC 46.3}
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