
𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐞𝐥𝐚 𝐝𝐞 𝐂𝐫𝐢𝐬𝐭𝐨, 𝟏𝟕 𝐝𝐞 𝐧𝐨𝐯𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 https://m.egwwritings.org/es/book/1763.2342#2342 𝐓𝐞 𝐡𝐚𝐫é 𝐞𝐧𝐭𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫, 𝐲 𝐭𝐞 𝐞𝐧𝐬𝐞ñ𝐚𝐫é 𝐞𝐥 𝐜𝐚𝐦𝐢𝐧𝐨 𝐞𝐧 𝐪𝐮𝐞 𝐝𝐞𝐛𝐞𝐬 𝐚𝐧𝐝𝐚𝐫; 𝐬𝐨𝐛𝐫𝐞 𝐭𝐢 𝐟𝐢𝐣𝐚𝐫é 𝐦𝐢𝐬 𝐨𝐣𝐨𝐬. 𝐒𝐚𝐥𝐦𝐨𝐬 𝟑𝟐:𝟖. El que procura con diligencia adquirir la sabiduría de las escuelas humanas, debe recordar que otra escuela lo reclama también como estudiante. Cristo fue el mayor maestro que el mundo vio jamás. Trajo al hombre conocimiento directo del cielo... En la escuela de Cristo, los estudiantes nunca se gradúan. Entre los alumnos se cuentan tanto viejos como jóvenes. Los que prestan atención a las instrucciones del divino Maestro, adelantan constantemente en sabiduría, refinamiento y nobleza del alma. Y así están preparados para entrar en aquella escuela superior donde el progreso continuará durante toda la eternidad. La sabiduría infinita nos presenta las grandes lecciones de la vida—lecciones de deber y felicidad. A menudo son difíciles de aprender, pero sin ellas no podemos hacer ningún progreso real... En este mundo, en medio de sus pruebas y tentaciones, es donde hemos de adquirir idoneidad para la sociedad de los puros y santos. Los que se dejan absorber de tal manera por estudios menos importantes, que cesan de aprender en la escuela de Cristo, están arrostrando una pérdida infinita... En la religión de Cristo hay una influencia regeneradora que transforma todo el ser, elevando al hombre por encima de todo vicio degradante y rastrero, y alzando los pensamientos y deseos hacia Dios y el cielo... Toda facultad, todo atributo con que el Creador ha dotado a los hijos de los hombres, se han de emplear para su gloria; y en este empleo se halla su ejercicio más puro, más santo y más feliz. Mientras se tengan por supremos los principios religiosos, todo paso hacia adelante en la adquisición de conocimiento o en el cultivo del intelecto, es un paso hacia la asimilación de lo humano con lo divino, lo finito con lo infinito... El que sigue la dirección divina, ha hallado la única fuente verdadera de gracia salvadora y felicidad real, y ha obtenido el poder de impartir felicidad a todos los que lo rodean... El amor a Dios purifica y ennoblece todo gusto y deseo.—Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 41-43.
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