Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo... para que
redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción
de hijos. Gálatas
4:4, 5. {MGD
11.1}
Fue determinada en el concilio celestial la hora en que Cristo había de
venir; y cuando el gran reloj del tiempo marcó aquella hora, Jesús nació en
Belén. “Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo”. La
Providencia había dirigido los movimientos de las naciones, así como el flujo y
reflujo de impulsos e influencias de origen humano, a tal punto que el mundo
estaba maduro para la llegada del Libertador... {MGD 11.2}
El engaño del pecado había llegado a su culminación. Habían sido puestos
en operación todos los medios de depravar las almas de los hombres. El Hijo de
Dios, mirando al mundo, contemplaba sufrimiento y miseria. Veía con compasión
cómo los hombres habían llegado a ser víctimas de la crueldad satánica. Miraba
con piedad a aquellos a quienes se estaba corrompiendo, matando y perdiendo...
Se había demostrado ante el universo que, separada de Dios, la humanidad no
puede ser elevada. Un nuevo elemento de vida y poder tiene que ser impartido
por Aquel que hizo el mundo. {MGD 11.3}
Con intenso interés, los mundos que no habían caído habían mirado para
ver a Jehová levantarse y barrer a los habitantes de la tierra... Pero en vez
de destruir al mundo, Dios envió a su Hijo para salvarlo... En el mismo momento
de la crisis, cuando Satanás parecía estar a punto de triunfar, el Hijo de Dios
vino como embajador de la gracia divina. En toda época y en todo momento, el
amor de Dios se había manifestado en favor de la especie caída. A pesar de la
perversidad de los hombres, hubo siempre indicios de misericordia. Y llegada la
plenitud del tiempo, la Divinidad se glorificó derramando sobre el mundo tal
efusión de gracia sanadora, que no se interrumpiría hasta que se cumpliese el
plan de salvación. {MGD
11.4}
Nadie, excepto Cristo, puede amoldar de nuevo el carácter que ha sido
arruinado por el pecado. El vino para expulsar a los demonios que habían
dominado la voluntad. Vino para levantarnos del polvo, para rehacer según el
modelo divino el carácter que había sido mancillado.—El Deseado de Todas las Gentes, 23-28. {MGD 11.5}
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