La nueva vida, 9 de febrero
Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la
levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que
todo fue leudado. Mateo 13:33. {CDCD 46.1}
Cuando se pone levadura en la masa, penetra por todas partes hasta que se
produce un cambio total. Lo mismo ocurre con la acción del Espíritu Santo sobre
el corazón. La verdad recibida y creída introduce en la vida nuevas pautas y
nuevos principios de acción. Se establece una nueva norma de carácter: La vida
de Cristo. Los que reciben la verdad de ese modo dependen de Cristo, y reciben
más y más fortaleza, y cada vez más luz. Cada día expulsan del corazón la
vanidad, el egoísmo y la justicia propia. {CDCD 46.2}
Al recibir el Espíritu de Cristo, la luz resplandece sobre ellos con
fulgores claros y definidos. Tienen un solemne sentido de las realidades
eternas. La mente y el corazón se renuevan por completo. Tal como la levadura
introducida en la masa la leuda completamente, la levadura de la verdad, al
penetrar en el corazón, impregna todas las facultades del alma, el cuerpo y el
espíritu... {CDCD
46.3}
La transformación del corazón implica un cambio completo de la totalidad
del ser. “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” declaró
Cristo. Juan
3:3. Esta transformación del corazón es invisible; porque es una obra
interior; no obstante, se puede ver, porque actúa desde el interior. {CDCD 46.4}
¿Ha estado obrando la levadura de la verdad en su corazón? ¿Ha
impregnado todo el corazón y todos los afectos mediante su poder
santificador?... {CDCD
46.5}
Nuestra primera tarea tiene que ver con nuestro propio corazón. Debemos
practicar los principios verdaderos que conducen a la reforma. El corazón se
debe convertir y santificar; en caso contrario, no tendremos relación con
Cristo. Mientras nuestro corazón esté dividido, jamás estaremos preparados para
servir en esta vida o en la futura. Como seres inteligentes, necesitamos
sentarnos a pensar si realmente estamos buscando el reino de Dios y su
justicia. Lo mejor que podemos hacer es meditar seria y sinceramente en si
estamos dispuestos a hacer el esfuerzo necesario para obtener la esperanza y
lograr el cielo que aguarda al cristiano. Si por la gracia de Cristo llegamos a
la conclusión de que realmente lo queremos, la siguiente pregunta será: ¿Qué
debo abandonar en mi vida para que no me sea una piedra de tropiezo?—Manuscrito 14, del 9 de febrero de
1898, “Como la levadura”. {CDCD 46.6}
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