Un corazón nuevo, 9 de febrero
Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y
quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y
guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Ezequiel 36:26, 27. {RP 50.1}
El corazón puede ser la residencia del Espíritu Santo, y así como es
posible que la paz de Cristo, que supera toda comprensión, habite en el
creyente gracias al poder transformador de su gracia, también puede habilitarlo
para participar en las cortes de gloria. Sin embargo, si el cerebro, cada
músculo y cada nervio es utilizado para servir al yo, el tal no estará
colocando a Dios y al cielo en primer lugar. Si las energías se invierten en el
mundo, será imposible tejer en el carácter las gracias de Cristo. {RP 50.2}
Usted podrá tener éxito en amontonar fortunas para glorificar su yo. Sin
embargo, recuerde que “donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro
corazón”. Mateo
6:21. Los asuntos de interés eterno pueden ser considerados de importancia
secundaria. Hasta es posible participar en las expresiones exteriores del culto
y, sin embargo, el servicio ser una abominación para el Dios de los cielos. Es
imposible servir al Señor y a las riquezas. Es facultad de cada uno rendir el
corazón para dedicar la voluntad, ya sea al servicio del Omnipotente, o poner
todas las energías a disposición del mundo. Dios no acepta un servicio a
medias. {RP
50.3}
“La lámpara del cuerpo es el ojo; cuando tu ojo es bueno, también todo
tu cuerpo está lleno de luz”. Lucas 11:34. Si el ojo es
sincero y posee orientación divina, la luz celestial brillará en el interior
del creyente que no siente atracción por las cosas terrenales. Los que
depositan sus tesoros en el cielo experimentarán cambios en los propósitos del
corazón; escucharán los consejos y las exhortaciones de Cristo, y también
fijarán los pensamientos en la recompensa eterna. Harán todos los planes
teniendo en cuenta el futuro y la vida inmortal. Usted será atraído por sus
tesoros. No considere los intereses mundanales, sino más bien en todos sus
quehaceres silenciosamente pregunte: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Hechos 9:6.—The Review and Herald, 24 de enero de
1888. {RP
50.4}
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