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Cada Día con Dios


El cielo está abierto ante nosotros, 10 de noviembre Y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar. Y soñó. Génesis 28:11, 12. https://ift.tt/3wFVg7O Jacob estaba afligido porque había cometido un error en su vida. Fue arrojado a lo más profundo. Solo, cansado, desanimado, torturado por el recuerdo de sus pasados errores, y abrumado por el temor del futuro, se puso a descansar y usó una piedra como almohada. Si Jacob hubiera tenido la conciencia limpia, su corazón hubiera sido fuerte en Dios. Pero sabía que las perplejidades, los temores y las pruebas que estaba pasando eran consecuencias de sus pecados. Este pensamiento le amargaba la vida. Jacob se había arrepentido, pero no se sentía bien con lo que había hecho. Sólo por medio de la tribulación y el sufrimiento físico y mental podía hallar el camino que había de conducirlo de nuevo al favor de Dios. Se acostó triste, con el corazón agobiado, arrepentido y temeroso. Esperaba que nuevas pruebas le sobrevendrían a la mañana siguiente mientras avanzara fatigado por su camino. No había amigos cerca para dirigir a Jacob palabras de consuelo, nadie a quien decirle que se había arrepentido sinceramente, y que había hecho todo lo posible. Pero el ojo de Dios estaba sobre su siervo. Envió a sus ángeles para que le mostraran una luminosa escalera que ascendía desde la tierra hasta las alturas de los cielos, y a los ángeles de Dios que ascendían y descendían por aquella gloriosa escalera, que le mostraba a Jacob la relación que existe entre estos dos mundos, y el intercambio que continuamente se está produciendo entre ellos. Cuando Jacob se despertó sus dificultades no habían desaparecido del todo, pero tenía tal confianza en Dios que se sintió consolado. Con humilde y cordial gratitud adoró a su Salvador y lo honró en forma especial mediante su almohada de piedra. ¡Oh, la maravillosa condescendencia de Dios! Siempre está listo a salir a nuestro encuentro, aún en medio de nuestras debilidades, para animarnos con su presencia, cuando hemos hecho todo lo que está de nuestra parte para entregarnos plenamente a él. El cielo está abierto para el hombre. Dios será instado a hacer todas estas cosas por nosotros. El futuro te puede parecer sombrío, pero Dios vive... Derribemos toda barrera y permitamos que nuestro Salvador entre en nuestro corazón. El yo debe morir. Entrega tu voluntad y muere al yo ahora, ahora mismo, y deja que Dios abra camino delante de ti.—Carta 29, del 10 de noviembre de 1879, dirigida a Edson White.

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