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Hijos e Hijas de Dios


Abrahán, un hombre cortés, 10 de noviembre ¿No está toda la tierra delante de ti? Yo te ruego que te apartes de mi. Si fueres a la mano izquierda, yo iré a la derecha; y si tú a la derecha, yo iré a la izquierda. Génesis 13:9. https://ift.tt/3kkTQdF La familia de Abrahán comprendía más de mil almas. Los que aprendían a adorar al Dios verdadero por sus enseñanzas, encontraban un hogar bajo sus tiendas, y allí, lo mismo que en una escuela, recibían una instrucción tal que los preparaba para ser representantes de la fe. El afecto que tenía Abrahán por sus hijos y su casa lo indujo a velar por su fe religiosa, a impartirles el conocimiento de los estatutos divinos, como el legado más precioso que podía transmitirles, y mediante ellos al mundo. A todos se les enseñó que estaban bajo la autoridad del Dios del cielo. No debía existir opresión de parte de los padres, ni desobediencia de parte de los hijos. La ley de Dios señalaba sus deberes a cada uno, y solamente bajo la obediencia podrían asegurarse la felicidad y la prosperidad. Su propio ejemplo y la influencia silenciosa de su vida diaria eran lecciones constantes. En su hogar manifestaba la misma integridad a toda prueba, benevolencia y generosa cortesía que le había ganado la admiración de reyes. En su vida había una fragancia, una nobleza y una amabilidad de carácter que revelaba a todos que estaba relacionado con el cielo. No descuidó el alma del siervo más humilde. En su casa no había una ley para el amo y otra para el siervo; un camino real para el rico y otro para el pobre. A todos trataba con justicia y compasión, como a herederos con él de la gracia de la vida.—Manuscrito 22, 1904. Abrahán fue un hombre de fe, que siempre siguió los principios de estricta integridad. Fue cortés y honorable en todos sus negocios y transacciones. Su vida estaba controlada por la urbanidad cristiana, y colocaba el servicio del Señor sobre todo lo demás. No se había desviado ni un ápice de los puros principios cristianos.——Carta 203, 1903.

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