
𝐂𝐫𝐢𝐬𝐭𝐨 𝐡𝐚𝐛𝐥ó 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐣𝐮𝐞𝐳, 𝟏𝟗 𝐝𝐞 𝐧𝐨𝐯𝐢𝐞𝐦𝐛𝐫𝐞 https://m.egwwritings.org/es/book/1708.2627#2627 ¡𝐉𝐞𝐫𝐮𝐬𝐚𝐥é𝐧, 𝐉𝐞𝐫𝐮𝐬𝐚𝐥é𝐧, 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐚𝐭𝐚𝐬 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐩𝐫𝐨𝐟𝐞𝐭𝐚𝐬, 𝐲 𝐚𝐩𝐞𝐝𝐫𝐞𝐚𝐬 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐞 𝐬𝐨𝐧 𝐞𝐧𝐯𝐢𝐚𝐝𝐨𝐬! ¡𝐂𝐮á𝐧𝐭𝐚𝐬 𝐯𝐞𝐜𝐞𝐬 𝐪𝐮𝐢𝐬𝐞 𝐣𝐮𝐧𝐭𝐚𝐫 𝐚 𝐭𝐮𝐬 𝐡𝐢𝐣𝐨𝐬, 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐥𝐚 𝐠𝐚𝐥𝐥𝐢𝐧𝐚 𝐣𝐮𝐧𝐭𝐚 𝐬𝐮𝐬 𝐩𝐨𝐥𝐥𝐮𝐞𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐛𝐚𝐣𝐨 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐚𝐥𝐚𝐬, 𝐲 𝐧𝐨 𝐪𝐮𝐢𝐬𝐢𝐬𝐭𝐞! 𝐌𝐚𝐭𝐞𝐨 𝟐𝟑:𝟑𝟕. Cristo habló como juez a los que estaban delante de él. Su voz, que se había oído frecuentemente en amables tonos de súplica, se oía ahora en reprensión y condenación. Los oyentes se estremecieron. Nunca había de borrarse la impresión hecha por sus palabras y su mirada. La indignación de Cristo iba dirigida contra la hipocresía, los groseros pecados por los cuales los hombres destruían su alma, engañaban a la gente y deshonraban a Dios. En el raciocinio especioso y seductor de los sacerdotes y gobernantes, él discernió la obra de los agentes satánicos. Aguda y escudriñadora había sido su denuncia del pecado; pero no habló palabras de represalias. Sentía una santa ira contra el príncipe de las tinieblas; pero no manifestó irritación. Así también el cristiano que vive en armonía con Dios y posee los suaves atributos del amor y la misericordia, sentirá una justa indignación contra el pecado; pero no le incitará la pasión a vilipendiar a los que le vilipendien. Aun al hacer frente a aquellos que, movidos por un poder infernal, sostienen la mentira, conservará en Cristo la serenidad y el dominio propio. La compasión divina se leía en el semblante del Hijo de Dios mientras dirigía una última mirada al templo y luego a sus oyentes. Con voz ahogada por la profunda angustia de su corazón y amargas lágrimas, exclamó: “¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste!” Esta es la lucha de la separación. En el lamento de Cristo, se exhala el anhelo del corazón de Dios... Los fariseos y saduceos quedaron todos callados. Jesús reunió a sus discípulos y se dispuso a abandonar el templo, no como quien estuviese derrotado y obligado a huir de la presencia de sus enemigos, sino como quien ha terminado su obra. Se retiró vencedor de la contienda. Las gemas de verdad que cayeron de los labios de Cristo en aquel día memorable, fueron atesoradas en muchos corazones. Hicieron brotar a la vida nuevos pensamientos, despertaron nuevas aspiraciones y crearon una nueva historia. Después de la crucifixión y la resurrección de Cristo, estas personas se adelantaron y cumplieron su comisión divina con una sabiduría y un celo correspondientes a la grandeza de la obra. Dieron un mensaje que impresionaba el corazón de los hombres, debilitando las antiguas supersticiones que habían empequeñecido durante tanto tiempo la vida de millares. Ante su testimonio, las teorías y las filosofías humanas llegaron a ser como fábulas ociosas. Grandes fueron los resultados de las palabras del Salvador a esta muchedumbre llena de asombro y pavor en el templo de Jerusalén.—El Deseado de Todas las Gentes, 572-573.
Comentarios
Publicar un comentario