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Exaltad a Jesús


Para ser un profeta, 15 de enero Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis. Deuteronomio 18:15. La esperanza de Israel se incorporó en la promesa hecha en el momento de llamarse a Abrahán y repetida después vez tras vez a su posteridad: “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Génesis 12:3. Al ser revelado a Abrahán el propósito de Dios para la redención de la familia humana, el Sol de Justicia brilló en su corazón, y disipó sus tinieblas. Y cuando, al fin, el Salvador mismo anduvo entre los hijos de los hombres y habló con ellos, dio testimonio a los judíos acerca de la brillante esperanza de liberación que el patriarca tenía por la venida de un Redentor. Cristo declaró: “Abrahán vuestro padre se gozó por ver mi día; y lo vio, y se gozó”. Juan 8:56. La misma esperanza bienaventurada fue predicha en la bendición que pronunció el moribundo patriarca Jacob sobre su hijo Judá... Mediante Moisés, Dios recordaba constantemente a Israel su propósito de enviar a su Hijo como redentor de la humanidad caída. En una ocasión, poco antes de su muerte, Moisés declaró: “Profeta en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios: a él oiréis”. Moisés había recibido instrucciones claras en favor de Israel concernientes a la obra del Mesías venidero. Las palabras que Jehová dirigió a su siervo fueron: “Profeta les sucitaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare”. Deuteronomio 18:15, 18.—La Historia de Profetas y Reyes, 503-504. Como cuarenta días después del nacimiento de Jesús, José y María le llevaron a Jerusalén, para presentarle al Señor y ofrecer sacrificio... El sacerdote cumplió la ceremonia oficial. Tomó al niño en sus brazos, y le sostuvo delante del altar. Después de devolverlo a su madre, inscribió el nombre “Jesús” en el rollo de los primogénitos. No sospechó, al tener el niñito en sus brazos, que se trataba de la Majestad del Cielo, el Rey de Gloria. No pensó que ese niño era Aquel de quien Moisés escribiera: “El Señor vuestro Dios levantará profeta de vuestros hermanos, como yo; a él oiréis en todas las cosas que os hablare”. Hechos 3:22. No pensó que ese niño era Aquel cuya gloria Moisés había pedido ver. Pero el que estaba en los brazos del sacerdote era mayor que Moisés; y cuando dicho sacerdote registró el nombre del niño, registró el nombre del que era el fundamento de toda la economía judaica.—El Deseado de Todas las Gentes, 34, 36.

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