Haya este sentir, 10 de marzo
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo
Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como
cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo,
hecho semejante a los hombres. Filipenses 2:5-7. ATO 81.1
Daniel era sólo un joven cuando fue llevado cautivo a Babilonia.
Tenía aproximadamente 15 ó 16 años de edad, porque se lo llama muchacho, lo que
significa que estaba en la adolescencia. ¿Por qué Daniel rehusó comer de la
opípara mesa del rey? ¿Por qué rehusó aceptar el vino como su bebida, siendo
que había sido puesto ante él por mandato del rey? Sabía que si bebía vino éste
llegaría a gustarle y podría preferirlo al agua. ATO 81.2
Daniel pudo haber argumentado que en la mesa real y ante el
mandato del rey, no podía conducirse de otra manera. Pero él y sus compañeros
tuvieron una reunión de consulta. Discutieron el asunto en forma exhaustiva
tratando de ver en qué podrían mejorar sus facultades físicas y mentales
mediante el uso del vino. Estudiaron este tema diligentemente, y llegaron a la
conclusión de que el vino era una trampa. Estaban familiarizados con la
historia de Nadab y Abiú, que conocían por los pergaminos. En aquellos hombres
el consumo de vino había incrementado su gusto por esa bebida. Bebieron vino
antes de realizar el servicio sagrado en el santuario, y sus sentidos se
embotaron. No pudieron distinguir entre el fuego sagrado y el común. Con sus
cerebros entorpecidos hicieron lo que el Señor había prohibido a los que
servían en el oficio santo. A pesar de que Dios había ordenado expresamente que
se usara solamente el fuego sagrado que él mismo había encendido y que nunca
debía apagarse, ellos colocaron fuego común en sus incensarios... ATO 81.3
Daniel y
su compañeros amaban la verdad que había llegado hasta ellos a través de labios
humanos, transmitida de generación a generación. La imagen de Dios estaba
grabada en sus corazones. ATO 81.4
Otro asunto que estos jóvenes cautivos tomaron en cuenta fue que
el rey siempre pedía una bendición antes de sus comidas, y se dirigía a sus
ídolos. Separaba una parte de sus alimentos y también una parte de su vino a
fin de presentarlos a los ídolos a quienes adoraba. Esta porción, de acuerdo
con la instrucción religiosa que habían recibido, consagraba la totalidad al
dios pagano. Daniel y sus tres compañeros consideraron que sería deshonrar al
Dios del cielo sentarse a la mesa donde se practicaba tal idolatría. Estos
cuatro muchachos decidieron que no podrían sentarse a la mesa del rey para
comer el alimento colocado allí o para participar del vino, todo lo cual había
sido dedicado a un ídolo... No hubo presunción en estos jóvenes, sino un firme
amor por la verdad y la justicia. No es que hubieran elegido ser peculiares,
sino que debieron serlo, ya que de lo contrario habrían corrompido sus hábitos
en las cortes de Babilonia.—Manuscrito 122, del 10 de marzo de 1897,
“Daniel”.*
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