Dios revela su justicia y amor, 13 de febrero
Después de la caída de nuestros primeros padres, Cristo declaró
que a fin de salvar al hombre de la penalidad del pecado, El vendría al mundo
para vencer a Satanás en el propio campo de batalla del enemigo. La
controversia que comenzó en el cielo habría de continuar en la tierra. RJ
50.2
En este conflicto se iban a decidir muchas cosas. Vastos intereses
estaban en juego. Ante los habitantes del universo celestial habrían de
responderse las preguntas: “¿Es imperfecta la ley de Dios, necesita arreglos o
anulación, o es inmutable? ¿Necesita el gobierno de Dios un cambio, o es
estable?” RJ
50.3
Antes de la primera venida de Cristo, el pecado de rehusar
ajustarse a la ley de Dios se había extendido ampliamente. Aparentemente el
poder de Satanás iba en aumento; su guerra contra el Cielo se estaba haciendo
más y más decidida. Se había llegado a una crisis. Con intenso interés, los
ángeles celestiales observaban los movimientos de Dios. ¿Descendería de su
lugar para castigar a los habitantes del mundo por su iniquidad? ¿Enviaría
fuego o un diluvio para destruirlos? Todo el cielo esperaba la orden de su
Comandante para derramar las copas de la ira sobre un mundo rebelde. Una
palabra de El, una señal, y el mundo habría sido destruido. Los mundos no
caídos habrían dicho: “Amén. Tú eres justo, oh Dios, porque exterminaste la
rebelión”. Pero “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eternaJuan 3:16. Dios podría haber enviado a su Hijo
a condenar, pero lo envió a salvar. Cristo vino como un Redentor. No hay
palabras para describir el efecto de esta decisión sobre los ángeles
celestiales. Con asombro y admiración sólo podían exclamar: “¡Esto es amor!” RJ
50.4
Cristo comenzó su misión de misericordia, y desde el pesebre hasta
la cruz fue acosado por el enemigo. Satanás disputó cada centímetro de terreno,
ejerciendo su máximo poder para vencerlo. Como una tempestad, tentación tras
tentación se abatieron sobre El. Pero cuanto más caían sin misericordia sobre
El, más firmemente se aferraba el Hijo de Dios de la mano de su Padre, y
continuaba en su senda manchada de sangre. RJ
50.5
La seriedad del conflicto por el que Cristo pasó fue proporcional
a la dimensión de los intereses involucrados en su éxito o fracaso... Satanás
buscaba vencer a Cristo, a fin de que él pudiera continuar reinando en este
mundo como el gobernante supremo... El Padre, el Hijo y Lucifer han dejado
aclarada su auténtica relación mutua. Dios ha dado evidencias indiscutibles de
su justicia y su amor.—The Signs of the
Times, 27 de agosto de 1902. RJ 50.6
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