El eslabón que relaciona a Dios con el hombre,
13 de febrero
Por lo cual puede también salvar eternamente a
los que por él se allegan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. Hebreos 7:25. NEV 52.1
Cristo es el eslabón que relaciona a Dios con el hombre. Ha
prometido su intercesión personal a los que utilizan su nombre. Coloca toda la
virtud de su justicia del lado del suplicante. Cristo ruega por el hombre, y el
hombre, necesitado de ayuda divina, ruega por sí mismo ante la presencia de
Dios, utilizando el poder de la influencia de Aquel que entregó su vida para el
mundo. Cuando reconocemos delante de Dios nuestro aprecio de los méritos de
Cristo, se añade fragancia a nuestras intercesiones. ¡Oh, quién pudiera valorar
esta gran misericordia y amor! Cuando nos acercamos a Dios mediante la virtud
de los méritos de Cristo, somos vestidos con las vestiduras sacerdotales. El
nos coloca cerca de sí, rodeándonos con su brazo humano, mientras con su brazo
divino se ase del trono del Infinito. El pone sus méritos, como suave incienso
en un incensario, en nuestras manos, a fin de animar nuestras peticiones. El
promete oir y responder nuestras súplicas.—Carta 22, 1898. NEV
52.2
Cualquiera que rompa con la esclavitud y el servicio de Satanás y
se coloque bajo la bandera manchada de sangre del Príncipe Emmanuel, será
apoyado por las intercesiones de Cristo. Cristo, como nuestro Mediador, a la
mano derecha del Padre, siempre nos tiene en cuenta, porque es tan necesario
que él nos tome en cuenta en sus intercesiones, como necesario era que nos
redimiera con su sangre. Si él nos abandonara por un solo momento, Satanás
estaría listo para destruirnos.—Manuscrito 73, 1893. NEV
52.3
Cuando las oraciones de los sinceros y contritos ascienden al
cielo, Cristo le dice al Padre: “Yo me haré cargo de sus pecados. Tenlos por
inocentes delante de ti”. Cuando toma sus pecados de sobre ellos, llena sus
corazones la gloriosa luz de la verdad y el amor.—Manuscrito 28, 1901. NEV
52.4
Tenemos una constante necesidad de la intercesión de Cristo. Día a
día, mañana y tarde, el corazón humilde necesita ofrecer oraciones, las que
serán contestadas con respuesta de gracia, paz y gozo. “Así que, ofrezcamos por
medio de él a Dios siempre sacrificio de alabanza, es a saber, fruto de labios
que confiesen a su nombre”. Hebreos 13:15.—Manuscrito 14, 1901. NEV
52.5
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