Transformación del pensamiento, 13 de febrero
Por los demás, hermanos, todo lo que es
verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo
lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en
esto pensad. Filipenses 4:8. RP 54.1
Cada creyente tiene que realizar una obra individual. Para ello
necesita vigilar sus pensamientos, ser sobrio, y velar en oración. La mente
debe ser fuertemente controlada para que se espacie en los temas que fortalecen
las facultades morales. La juventud debe comenzar desde la niñez a desarrollar
el hábito de pensar correctamente. La mente tiene que ser disciplinada para que
piense como corresponde. No se le debe dar lugar para que se espacie en temas
pecaminosos. El salmista exclamó: “Sean gratos los dichos de mi boca y la
meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía y redentor mío”. Salmos 19:14. RP
54.2
En la medida en que Dios actúa en el corazón por intermedio de su
Santo Espíritu, el hombre debe cooperar con él. Los pensamientos deben ser
controlados y refrenados para que no sigan la tendencia a contemplar asuntos
que debilitan y corrompen al ser entero. Si deseamos que el cielo acepte las
palabras que expresamos, y que al mismo tiempo sean provechosas para quienes
las escuchen, la pureza debe caracterizar nuestra manera de pensar. Cristo
increpó a los fariseos: “¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno
siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre
bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal
tesoro del corazón saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa
que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por
tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. Mateo 12:34-37. RP
54.3
En el Sermón del Monte Cristo expuso ante sus discípulos el gran
alcance de los principios de la ley de Dios. Enseñó a sus oyentes que, a nivel
de la mente, se infringe la ley antes que se realice el deseo pecaminoso.
Estamos obligados a mantener los pensamientos bajo control para ponerlos en sujeción
a la ley de Dios.—The Review and Herald,
12 de junio de 1888. RP 54.4
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