La hospitalidad, 13 de febrero
Nos os olvidéis de la hospitalidad, porque por
ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles. Hebreos 13:2. CV 50.1
Dios confirió un gran honor a Abrahán. Los ángeles del cielo
anduvieron y hablaron con él como con un amigo. Cuando los juicios de Dios
estaban por caer sobre Sodoma, este hecho no le fue ocultado y él se convirtió
en intercesor de los pecadores para con Dios. Su entrevista con los ángeles
presenta también un hermoso ejemplo de hospitalidad.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 132, 133. CV
50.2
En el libro del Génesis, vemos al patriarca de Mamre descansando
bajo los robles durante la cálida tarde veraniega. Pasan cerca de allí tres
viajeros. No solicitan hospitalidad ni favor alguno; pero Abrahán no les
permite seguir su viaje sin refrigerio. Es un hombre anciano, digno y rico,
altamente honrado, y acostumbrado a dar órdenes; sin embargo, al ver a estos
forasteros “salió corriendo de la puerta de su tienda a recibirlos, e inclinóse
hacia la tierra”. Dirigiéndose hacia el que encabeza el grupo, dijo: “Señor, si
ahora he hallado gracia en tus ojos, ruégote que no pases de tu siervo”. Con
sus propias manos, trajo agua a fin de que pudiesen lavar el polvo que sus pies
recogieron en el viaje. El mismo les eligió la comida; mientras ellos estaban
descansando a la fresca sombra, su esposa Sara les preparó la colación y
Abrahán estuvo respetuosamente al lado de ellos mientras participaban de su
hospitalidad. Les manifestó esta bondad simplemente como a viajeros, como a
forasteros a quienes tal vez no volvería a ver. Pero terminado el agasajo, sus
huéspedes se dieron a conocer. No sólo había atendido a ángeles celestiales,
sino a su glorioso Comandante, su Creador, Redentor y Rey. Y a Abrahán fueron
revelados los consejos del cielo, y fue llamado “amigo de Dios”... CV
50.3
El privilegio concedido a Abrahán y Lot no nos es negado.
Manifestando hospitalidad a los hijos de Dios, nosotros también podemos recibir
a sus ángeles en nuestras moradas. Aun en nuestro tiempo los ángeles entran en
forma humana en los hogares de las gentes, y son agasajados por ellas. Y los
cristianos que viven a la luz del rostro de Dios están siempre acompañados por
ángeles invisibles, y estos seres santos dejan tras sí una bendición en
nuestros hogares. Joyas de los Testimonios 2:568, 569.* CV
50.4
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